LA IDEA FIJA

Siempre se reía. Y no sutilmente. Lo suyo era en modo carcajada bien sonora y con ademanes corporales incluidos. No hacía falta que el chiste fuera bueno, pero él se esmeraba por ponerle toda la onda necesaria para generar que la risa del otro acompañara rápidamente la suya. Cuando lo cargaban con que se parecía a Iggy Pop, retrucó haciendo de doble de él en el film "El último Elvis". También, y aunque pueda sonar a contradicción, le gustaba pasar desapercibido. Tuve la suerte de disfrutarlo en ambas facetas. Bajando de un escenario con un séquito alrededor que lo seguía y adulaba en cada paso y sentado en el pequeño espacio libre de un sillón al que le faltaban las patas para escuchar durante horas en silencio una entrevista ajena. Lo conocí como un músico interesantísimo para conversar y luego, con el paso del años, se transformó en uno de los pioneros de ese sueño que fue La Idea Fija con su programa El Tren del Oeste, ciclo en el que hablaba de las bandas que le gustaban y contaba historias que solo él sabía. En esas noches compartidas descubrí a la persona detrás del prócer del under nacional. Un tipo que escuchaba mucho también. Que no dudaba en darte un abrazo o decirte que te quería si la circunstancia lo ameritaba. Por algo a lo largo de una carrera de muchas décadas se ganó el afecto y la admiración de músicos de todo tipo y color. El flaco era una especie de tío para los que empezaban y un par que compartía jornadas interminables con los popes del mainstream. Falleció este jueves. Como ya notaron a esta altura, no es una típica nota necrológica, sino una compendio de sensaciones. Otras personas que lo conocieron presumiblemente tendrán otras, pero me quedo con un detalle que lo marca: la música que sonaba en el velorio que le organizaron ayer por la mañana no era la suya, sino la de las bandas que más le gustaban. Afuera, cientos de fans copaban la calle cantando un playlist a puro Heroicos Sobrevivientes, su grupo de toda la vida. Se murió Fer Pita, el último rock and roll. Se lo va a extrañar. Ya se lo extraña, en realidad.